Nota importante

Todos los nombres de las personas, clínicas o doctores utilizados en las cartas abiertas,
son ficticios para proteger el anonimato de los pacientes.

Viva la Ciencia y el Amor

Yo no creo en el destino, lo que pasa es que, a veces, el destino se empeña en demostrarme que existe.

Después de 10 años de relación, a las puertas de cumplir 31, mi pareja de toda la vida me deja. Fue una ruptura consensuada, dos vidas que han crecido hacia lados diferentes y en este caso, dos personas
que ansían vivir en ciudades diferentes.

Mi corazón estaba desolado. No solo por perder una pareja, si no por perder al que yo creía sería el padre de mis hijos.

Con esa edad, y sin ningún antecedente, estaba tan concienciada de que la infertilidad es uno de los grandes males de nuestra sociedad, que decidí plantarme en una clínica convencida a congelar mis óvulos. Yo estaba segura de querer ser madre, pero no quería que mi treintena se convirtiese en una “caza al marido” a contrarreloj.

La doctora que me encontré (por cierto, de una clínica con la que Asproin tiene un acuerdo de colaboración), lejos de querer ‘sacarme la pasta’ a toda costa, me dijo: “Tu reserva ovárica está super bien. Si todas las mujeres vinieran a vernos con tu edad, todo sería mucho más fácil. Tu vida acaba de sufrir un gran vuelco. No te precipites. Asimila todo lo que te está pasando y si en un año sigues convencida de congelar, aquí nos vemos”.

¡Qué suerte tuve de encontrarme con esta doctora! A los tres meses, conocí al que hoy es mi marido y nunca volví a congelar los óvulos.

Lamentablemente, volver… tuve que volver aunque no fuera para congelar. Pues, como decía, pareciera que estuviera escrito en mi destino que yo tenía que pasar por esa experiencia tan traumatizante que es la de querer tener un hijo y no poder.

Al año de estar juntos, mi pareja y yo empezamos a intentar ser papás. Como la buena noticia no llegaba, a los 8 meses le dije que se hiciera pruebas, puesto que yo sabía que estaba bien. Y ahí nos vino el fatal veredicto: ¡mi marido lo tenía todo! Oligospermia, azoospermia, necrospermia… ¡un cuadro!

Volvimos a la misma doctora y empezó un proceso largo y doloroso. Yo soy fuerte y soy una convencida de la ciencia. Pero es verdad que hasta para el más fuerte de todos, hay un momento que este camino se te hace super duro. Intenté reírme de mi suerte, e incluso escribí un monólogo de humor sobre “el espermograma” y lo presenté a un concurso de monólogos.

De la primera in-vitro me sacaron 20 óvulos. Después de fecundarlos, sólo 2 blastocistos llegaron al quinto día de
desarrollo. Ninguno de los dos estaba genéticamente bien y me quedé embarazada pero tuve un aborto. Fue devastador: esa alegría de saber que después de tantos meses de espera estás embarazada y, de repente, que te digan que tu embarazo no va para adelante…

Volvimos a la carga y esta vez me sacaron 13 óvulos de la in-vitro.Después de la fecundación solo dos blastocistos llegaron al quinto día. Los biopsiaron. Solo uno estaba genéticamente bien. Me lo transfirieron el día que fui a recoger el premio por el mejor monólogo de humor. Había ganado el concurso y había ganado la batalla: Mi blastocisto se llama Laia y tiene ya un añito.