Nota importante

Todos los nombres de las personas, clínicas o doctores utilizados en las cartas abiertas,
son ficticios para proteger el anonimato de los pacientes.

Mi experiencia con todo mi ánimo.

Tengo 34 años. Hace ahora 3 años que mi marido y yo tuvimos la primera conversación seria sobre tener hijos y formar una familia. Llevábamos un año casados y bastante gente nos hacía ya la dichosa preguntita: Y vosotros… ¿para cuándo? Al principio nos hacía ilusión que la gente nos animara a ser padres pero cuando empezamos a intentarlo, y comprobamos que no me quedaba embarazada, el tema empezó a convertirse en incómodo.

Mis amigas empezaron a tener hijos y las conversaciones ya giraban casi siempre en torno al mismo tema: la maternidad. Pasaban los meses y seguía sin quedarme embarazada. Mi marido y yo hablábamos sin tapujos del tema y compartíamos muchas opiniones, pero a menudo las conversaciones terminaban en discusión. Él siempre me pedía optimismo y paciencia y yo no era capaz de explicarle que cada vez se me hacía más difícil sostener anímicamente aquella situación.

Mientras esperábamos el momento, tratábamos de hacer vida normal, optimizar  el tiempo en pareja, hacer viajes, escapadas, salir de fiesta, apuntarnos a todos los planes posibles… queríamos sentir que, ya que no teníamos hijos, estábamos aprovechando el tiempo para hacer cosas que luego no podríamos. También era muy común el comentario de: “aprovechad, que luego ya veréis” o “qué suerte que no tenéis hijos, yo no sabía dónde me metía”. Nadie te lo dice con maldad, pero llegó un punto en que esos comentarios nos hacían daño.

Después de un año y medio, decidimos ir al médico para comentar nuestra situación en la Seguridad Social y rápidamente nos pusieron en la lista de espera para la Fecundación in vitro y empezamos con las inseminaciones. Fue un año muy duro. Cuatro ciclos completos, con sus hormonas, sus pinchazos, sus altibajos emocionales… y al final siempre el chasco.

Yo cada vez me notaba más triste y tensa. Y mis amigas empezaron a notarlo. Por supuesto yo no quería comentárselo a nadie, pero finalmente me decidí a hablar con mis padres y sentí que me quitaba un gran peso de encima. Creo que el tabú que gira en torno a la esterilidad hace mucho daño, no sólo a los que lo padecemos, sino a la sociedad en general. Me doy cuenta ahora.

Tras los 4  ciclos, y con la desesperación correspondiente porque aún nos quedaba un año de espera para la FIV, mi marido y yo hablamos sobre la posibilidad de ir a una clínica privada. Habíamos ahorrado y estábamos decididos a hacerlo. No queríamos esperar más.

Y descubrimos Asproin. Llamé y sentimos, por primera vez, que alguien nos entendía. Hablaban del tema con total naturalidad y con un cariño y una sensibilidad especial. Nos aconsejaron y nos ayudaron a elegir clínica:, un lugar en el que nos hicieron sentir bien y con profesionales de altura. En agosto llegó el gran momento.

Y el 26 de septiembre, 3 años después de la primera conversación con mi marido, nos dijeron que estaba embarazada. La mejor noticia que nos podían dar. Qué sensación tan bonita y qué alegría compartida. Con el equipo que tan bien nos trató, con los miembros de Asproin, con la familia, con los pocos amigos a los que se lo habíamos contado… ¡Todos estaban felices por la noticia!

Empezamos una nueva etapa en nuestras vidas, llena de miedos, cómo no. Pero con ilusión infinita.

Ahora estoy delante del ordenador escribiendo esta historia y no me creo aún que sea verdad. He cumplido 5 meses nos han dicho que es una niña. El nerviosismo se ha apoderado de mí. Pero… ¡bendito nerviosismo!

La comprensión, la calma y la seguridad de que los dos queríamos lo mismo nos hizo tirar para adelante. Y, aunque no siempre fue fácil, solíamos pensar que al final lo conseguiríamos. Y lo conseguimos.

Con todo mi cariño.